dimarts, 20 de novembre del 2018

"A veces, cuando me miras con esos ojos", del poemario "El silencio más brillante"

III

A veces, cuando me miras con esos ojos,
me duele no quererte más.
“¿Qué es amor?”, me pregunto
mientras clavas en mi pupila tu pupila marrón.
¿Qué es amor? ¿A ti te lo puedo preguntar?
Amor eres tú,
con tus pupilas, sí, color pastel,
que se meten en mi alma
dulces como el chocolate,
vítreas como el agua clara y franca,
así como eres tú.
Eres noble e inocente,
y por eso te quiero,
más que a mis amantes.
Lo sabes: tú no eres un amor cualquiera,
tú eres mi amor declarado.
He tenido otros similares,
pero ahora, mi amor, eres tú.
Solo eres tú.
Tienes falo, ¿y qué?
No me importa confesarlo en público,
pues te quiero, te amo.

A veces, cuando me miras con esos ojos,
cuando me pides caricias,
tumbado a mi lado,
siento que no te merezco.
Una caricia es lo menos que te puedo ofrecer.
Mientras te adoro,
mientras deslizo mi mano entre tu pelo sedoso,
pienso, y recuerdo:
no te merezco, no.
Te he puesto la mano encima,
lo confieso,
pero ha sido por tu culpa,
por tu gran culpa,
porque me has enfurecido,
pero confieso también que he llorado.
Esto tenía que sacarlo. Lo necesito.
Nunca te pegué tan fuerte
como algunos ahora pudieran pensar,
indignados, recelosos de condenarme.
No. Lo más fuerte que te he tocado
ha sido tan ridículo
que una mosca se me habría burlado.
La única vez, es verdad, que te pegué con más fuerza,
tanta como para que te doliera,
pero no con la suficiente como para amargarte,
me dolió más a mí que a ti,
y pese a que deseaba castigarte,
me dolió como cuando un padre abofetea a un hijo,
sabiendo que lo merece,
pero ni aun así pude de mí apartarte.
Sí, me sentí mal,
y no diré que no lo merecieras,
pero la escarcha inundó mi corazón,
durante días, durante mil noches,
y las puntas de hielo me amedrentaban
y me perforaban el pecho,
con dolor, con merecido dolor,
y me provocaron pesadillas.
Eso sí lo merecí. Yo lo merecí.
Pero que conste:
todavía hoy me arrepiento.
¿Cómo fui capaz…?
Me sentí un maltratador.
¿A nadie más le ha ocurrido…?
No te merezco.

No te merezco, seguramente.
Te he pegado, lo reconozco de nuevo,
y aunque te quiero,
aunque te amo,
tal vez no sea suficiente.
Tú mereces el cielo.
Depravado de mí
cuando no te he hecho caso,
cuando me has suplicado
el simple deseo de estar conmigo,
de dar un paseo o
de disfrutar de mi compañía,
de dar una vuelta y que nos envidien.
Se me cae el alma a los pies
cuando salgo con otros y a ti,
taciturno,
mustio y mohíno,
te desoigo,
cuando te he ignorado,
cuando te he abandonado.

No te merezco, no.
Y, sin embargo, cuando estamos juntos,
mi madre nos mira raro.
Los otros no pueden entenderlo.
Te amo. Lo repito y lo repito.
Te amo.
Pese a mi locura y mi desvarío,
pese a mi mal genio y mis delirios.
Te amo, y no me avergüenzo,
cuando me besas con lengua,
cuando te doy comida como un tortolito.
Te amo.
A ti, que vas de machito
para fascinarme, para seducirme,
para asombrarme.
Pero recuerda: por estar conmigo
te faltan los huevos.

A ti, amigo,
mi padre, mi hermano y mi todo,
mi pío compañero,
mi Eneas
que un día se irá sin darme descendencia,
a ti, que no te merezco,
te dedico estas líneas,
no muy originales,
pero nuestras líneas.
A ti, Titán,
tan cariñoso y tan loable,
tan bueno y tan leal.
A ti, porque te quiero,
mi querido perro,

por ser un compañero sin igual.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada